miércoles, agosto 18, 2010

El error de Pavlov

II. REENTRADA.

Abrí los ojos.

Esta vez estaba de pie, exactamente en el mismo sitio en el que me levanté en el viaje anterior. Pude observar mi silueta, hollada en la arena de aquella playa casi alienígena, ahí había yacido yo en mi primer viaje, hacía, ¿Cuánto? Miré otra vez el crono.

24 de Marzo de 205.200 2:35:03 am

00h:29m:57s

Disponía de media hora en este salto, y si las cosas iban bien, en el siguiente dispondría de más tiempo. Comencé a caminar de espaldas al mar, tierra adentro, sintiendo el viento que me azotaba la espalda con violencia. Al no haber montañas que frenasen su avance, la Tierra parecía haberse convertido en una llanura desierta dominada por las fuertes rachas.

No había absolutamente ni un rastro de vida vegetal, ni aun menos de vida animal. O por lo menos, yo no podía alcanzar a verla. Durante un segundo me giré, y observé mi huella en aquel mundo del futuro, una silueta amorfa en el suelo y una línea de huellas hasta mis pies.

- Se supone que estoy haciendo historia. Ni siquiera he dicho unas palabras para la posteridad, pero de todos modos no hay nadie que las oiga – mi voz había mejorado bastante con respecto al primer viaje, en parte gracias a la máscara respiratoria de la cual Pavlov me había provisto antes de saltar de nuevo.

Mi pie tropezó con algo, dirigí mi mirada al suelo y observé un trozo de roca blanca que asomaba de debajo de la arena. Me acuclillé sobre el saliente. Intenté moverlo y luego arrancarlo, pero estaba bien afianzado. Lo cierto es que me resultaba primitivamente familiar, y se adivinaba cierta vaga forma en ello.

- Un ladrillo – dije – estoy mirando los restos de un muro.

Estaba contemplando las ruinas de la humanidad. Lo único que había encontrado del patrimonio que nuestra especie con tanto esmero sembró por todo el planeta.

Lo más inquietante es que bien podrían ser las ruinas del laboratorio, o las ruinas de otra civilización posterior, construidas sobre las del laboratorio, o también las ruinas de otra civilización anterior a otra anterior.

    - Doscientos tres mil años dan para demasiado – me dije – Es como si estuviese en otro planeta.

Decidí dar media vuelta y acercarme a la orilla del mar, así que caminé contra el viento, protegiéndome del sol con la mano. Mientras tanto, decidí empezar a grabar el informe por voz.

- El nivel del mar ha subido tanto que está a escasos metros del lugar de lanzamiento. La erosión del paisaje es tan patente que la situación apenas es reconocible. La duración del día ha cambiado drásticamente, pues son las tres menos veinte de la madrugada pero el Sol está como a mediodía. El aire está enrarecido y cuesta mucho respirar.

Llegué a la orilla y observé una poza en la que le agua estaba acumulándose. La poza estaba escarbada en roca viva, no en arena.

Me llevé la mano al bolsillo y saqué una pequeña caja que abrí, para desplegar una sonda. Sumergí la sonda en el agua y miré la pequeña pantalla.

- La acidez del agua de mar ha subido, el Ph ha disminuido hasta cuatro. La vida es imposible aquí – miré otra vez al cielo - La atmósfera no presenta cambios notables a simple vista, el color azul del cielo sigue siendo igual. Sin embargo, a nivel astronómico es importante resaltar la presencia de un cometa bastante grande, o bastante cercano, que brilla a plena luz del día.

Observé la arena, y cogí un poco con mi mano enguantada. Los finos gránulos se perdieron entre mis dedos como delgados tentáculos.

- La arena es muy fina, tanto que casi parece polvo. La playa parece muy avanzada en cuanto a que el mar la ha estado erosionando mucho, hasta tal punto de dejarla así.

Miré de nuevo el crono.

24 de Marzo de 205.200 2:50:51 am

00h:14m:06s

¿Ya habían pasado quince minutos? Debía darme prisa, apenas había empezado a hacer mediciones. Saqué la pequeña estación meteorológica frenéticamente y la alcé ante mis ojos, el barómetro marcaba una presión atmosférica un poco inferior a la de la Tierra del presente, pero muy poco, apenas apreciable para el organismo. El higrómetro detectaba una humedad relativa del treinta por ciento, bajo para estar tan cerca de la costa. El termómetro marcaba veintisiete grados centígrados.

Rápidamente saqué el pirorradiómetro y lo coloqué en el suelo, apartándome para dejarlo medir, al momento volví y observé el lector.

- El valor pico de la radiación global es de cinco coma tres kilovatios por hora partido por metro cuadrado. Muy por encima de los valores tabulados, ¿El Sol es más activo o la atmósfera dispersa menos?

Alcé la mirada hacia el monte y calculé la distancia por si me daba tiempo a llegar y explorarlo. Estaría a un kilómetro como mucho. Miré el crono una vez más.

24 de Marzo de 205.200 2:56:55 am

00h:08m:02s

Merecía la pena intentarlo, si iba corriendo, llegaría en unos tres o cuatro minutos, tendría unos cinco para empezar a explorarlo y coger unas muestras antes del regreso al presente, y terminaría de explorar el monte y lo que se encontraba detrás en el siguiente salto, en el que pediría más tiempo todavía. Puede que incluso un salto más.

Sin más dilación comencé mi carrera al monte a la mayor velocidad posible. El traqueteo de mis instrumentos me martilleaba en los oídos, y sentí que de alguna manera estaba perturbando aquella tranquila localización. Por un momento sentí miedo de estar molestando, o de ciertas consecuencias absurdamente infundadas que mi repentina carrera podría conllevar.

Pronto llegué a las inmediaciones del monte. No mediría más de 20 metros de alto, y sus formas suaves empezaron a quitarle, a mi juicio, el nombre de monte por el de promontorio. Otra característica notable es que no era un monte propiamente dicho, era una roca. Estaba hecho de roca sólida, gris y lisa.

Aún recuperando el aliento, miré el crono otra vez más.

24 de Marzo de 205.200 3:00:33 am

00h:04m:24s

¡Solo cuatro minutos! Debía darme prisa. Me agaché y empecé a buscar una piedra de tamaño apropiado para llevármela como muestra. A poco encontré una piedra negra redondeada, la sopesé y la metí en una bolsa de plástico que introduje a su vez en mi mochila de utilidades. Ya no debía quedar mucho tiempo, así que decidí subir a la roca y ver qué había más allá. Alcé un pie y me agarré a una hendidura, tiré con fuerza y empecé a ascender por la pared de roca, hasta que encontré un saliente natural que casi parecía un camino que rodeaba la roca por arriba. Subí por el con cierta premura mientras consultaba el crono una vez más.

En ese momento todo se desvaneció.

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